La coherencia está sobrevalorada. O eso es lo que sugiere The Attico en su nueva campaña FW25, que arranca con una declaración que podría estar tatuada en la espalda de cualquier chica con personalidad múltiple-estoy exagerando un poco- y armario impredecible: «La coherencia es una trampa».
Gilda y Giorgia vuelven a recordarnos que la mujer The Attico no está aquí para definirse. Y mucho menos para encajar. Se mueve entre extremos, cambia de registro según el contexto y no pide permiso para hacerlo. Hoy es sastrería con hombreras XXL, mañana es vestido slinky de estampado serpiente. Porque la dualidad es lógica, humana. Ya lo decía Rosalía: “Yo soy muy mía, yo me transformo.” La transformación no solo es inevitable, es deseada. Y en ese camino, cada fase tiene su estética. Su espíritu. Su actitud.
El trench se convierte en pieza clave. Los pantalones cargo con cremalleras traen de vuelta el styling interactivo. La chaqueta varsity con logo gigante huele a nostalgia 2000s, pero sin caer en el disfraz. Y los accesorios —botas por encima de la rodilla, tacones curvados, bolsos mini como La Passeggiata o Day Off— cierran el gesto con intención.
¿La paleta? Minimal y urbana: negros, grises, beiges, verdes oliva. Con toques puntuales de rojo vino y rosa hielo, como si la colección también supiera cuándo subir el volumen, según el momento.
Como una mariposa recién salida del capullo. Porque ser muchas es, simplemente, ser real. Y si alguien no lo entiende, no pasa nada. No estamos aquí para ser legibles, sino para vivir bajo nuestros términos. Por eso, The Attico una vez más nos representa, porque no se define, ni falta que hace.
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