No importa cuántos vídeos de Rick Owens, mezclas de techno berlinés o filtros con aura de estética post-internet hayas consumido para educar a tu algoritmo. No importa cuántos vídeos de fashion shows o arte digital experimental hayas guardado en favoritos. Si estás en TikTok, lo sabes: No hay marcha atrás.
Un tiburón calzando Jordans baila torpemente sobre una pista de sonido robótica. Tiene nombre propio —Trallallero Trallallà— y aunque no entiendas nada, sientes que algo se conecta en tu cerebro. O mejor dicho: se desconecta. Y eso, precisamente, es lo que lo convierte en el fenómeno más caóticamente viral del momento.
Bienvenido al universo del brainrot italiano, el movimiento estético-digital que no solo ha hackeado nuestros feeds, sino también la lógica misma de lo viral.
¿Qué es el brainrot y por qué lo estás viendo aunque no quieras?
En el ecosistema hiperdenso de TikTok, el término brainrot se refiere a un tipo de contenido tan absurdo, estéticamente cuestionable e intensamente caótico que termina siendo irresistible. Pero no hablamos de degeneración mental, sino de un placer visual culpable, incomprensible, adictivo y extremadamente divertido.
Dentro de este universo, el brainrot italiano ha llegado como una mutación especialmente intensa: vídeos con personajes grotescos —en su mayoría generados por IA— que se presentan con nombres imposibles, sonidos alienantes y narrativas tan disparatadas como fascinantes. ¿El objetivo? No lo hay. Y por eso funciona.
La génesis: de shitpost sin sentido a lenguaje global
Todo empieza con un vídeo aparentemente inocente. Un tiburón antropomórfico, con un aspecto de videojuego mal renderizado, se mueve sobre una base electrónica. La voz que lo acompaña es una especie de entonación robótica, que recita una frase sin sentido en italiano: “Trallallero Trallallà”.
Eso fue suficiente. Millones de visualizaciones. Reacciones en cadena. Marcas como Ryanair y Loewe incorporándolo en sus campañas. Equipos de fútbol como el Atlético de Madrid replicando el sonido. Y usuarios de todo el mundo, desde Nueva York hasta Madrid pasando por Milán, jugando a crear su propio personaje brainrot.
Brainrot italiano: entre dadaísmo, inteligencia artificial y folklore viral
Lo más curioso del fenómeno no es su estética amateur, ni su estructura sin lógica. Es su carga simbólica involuntaria. Porque aunque parezca improvisado, todo brainrot funciona bajo una misma lógica interna:
- Nombres cantables, onomatopéyicos y absurdos. Ej: Tripitropitropatripa, Cappuccino Asesino, Bombardiro Crocodilo.
- Criaturas generadas con inteligencia artificial. Híbridos imposibles entre animales, objetos y personajes.
- Una pista sonora robótica e inquietante. Como si Siri hubiera caído en un trip de ácido.
- Un storytelling implícito. Relaciones, enfrentamientos, sagas familiares. Como si fuera una sitcom sin guión ni coherencia.
Todo esto convierte a cada personaje en una especie de reliquia posmoderna, un ícono kitsch que refleja perfectamente el estado mental de la cultura digital contemporánea.
Quién es quién en el universo brainrot
La comunidad ya ha hecho su propia enciclopedia. Un wikibrainrot no oficial, donde se recopilan los personajes más amados por el público. Aquí va el top 10 de los más populares:
- Trallallero Trallallà – El OG. El tiburón con Jordans. El comienzo del caos.
- Bailarina Capuchina – Elegancia de IA, con tutú y mirada perdida.
- Bombardiro Crocodilo – Un jet militar con cabeza de cocodrilo. La mezcla definitiva.
- Shimpannzini Bananinni – Simio postapocalíptico con espíritu de gamer.
- Capuchino Asesino – Letal, pero con espuma y aroma intenso.
- Espressona Signorina – La hermana rival, siempre con gafas de sol.
- Lirilì Larilà – Criatura anfibia con tendencias melódicas.
- Vaca Saturno Saturnita – Bovino cósmico. Literalmente, de otro planeta.
- Tung Tung Tung Sahur – Entidad nocturna al borde de la ilegalidad.
- Tripos Demasiados Tropa – Un ejército de sí mismo.
Cómo se crea un brainrot: DIY para conquistar el algoritmo
El brainrot no se observa. Se crea. Y tú también puedes tener tu propio personaje viral. Aquí la fórmula, paso a paso:
- Imagina un híbrido ilógico. Un animal con partes mecánicas, o un objeto cotidiano con ojos.
- Genera su imagen con IA. Herramientas como ChatGPT, Bing Image Creator o Gemini te sirven.
- Inventa un nombre pegajoso. Repite sílabas, usa diminutivos o mezcla idiomas.
- Acompáñalo con un audio raro. Cuanto más inquietante, mejor. Voces robóticas, música distorsionada.
- Crea una historia. ¿Tiene una pareja? ¿Un enemigo? ¿Una misión secreta?
- Súbelo a TikTok y déjalo volar. El algoritmo se encargará del resto.
Del meme al marketing: el brainrot como lenguaje de marca
Y aquí viene la parte más loca: las marcas se están apropiando de este lenguaje para conectar con una audiencia saturada. Porque en 2025, ya no basta con ser aesthetic. Hay que ser caótico. Hay que ser brainrot. Lo hemos visto con Ryanair, que lanzó su propia Bailarina Planeicha. También con marcas de moda que coquetean con personajes absurdos para promocionar sus drops. Porque si algo hemos aprendido, es que el engagement ya no responde a la lógica. Responde a lo impredecible.
El brainrot italiano no es solo una tendencia. Es el espejo deformado de nuestra cultura. Una especie de neodadaísmo digital, una respuesta artística al exceso de información, a la ansiedad cultural y a la búsqueda de sentido en un mundo que ha dejado de tenerlo. Porque quizás, en medio de tantos reels perfectamente curados, outfits pensados al milímetro y vídeos motivacionales de productividad, lo que necesitábamos era esto: un tiburón con zapatillas que canta tonterías. Y ahora que lo sabes, solo queda una pregunta: ¿Cuál será el nombre de tu propio brainrot?
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