El sueño de la alta costura, leído así desde el momento en el que pasó a representar la fantasía desde la cúspide de la pirámide de las firmas de lujo, parece anteponer la comercialidad al arte durante esta nueva era. ¿Es ya el haute couture otra pasarela de marketing?
La semana de la alta costura materializó una serie de espectáculos emocionantes como el de Daniel Roseberry de Schiaparelli o Glenn Martens para Jean Paul Gaultier. Aún así, la mayoría de los desfiles se pasaron al lado más comercial, con prendas de alta costura más comedidas que los clientes podrían llevar más allá de en una ocasión muy especial.
El foco de diseño se dirige entonces hacia la confección y no hacia esa magia o fantasía desenfrenada que solía proyectar la alta costura. ¿Y qué supone eso para la industria?
Podría ser que ésta estuviese retrocediendo hacia ese escenario previo al ascenso del prêt-à-porter en los años 60, cuando la alta costura era mucho más práctica y podía ser copiada por minoristas que hacían versiones más baratas para sus clientes. Cuando las firmas de moda empezaron también a vender prêt-à-porter, la alta costura pasó a representar esa magia por parte de marcas de lujo como el Chanel de Karl Lagerfeld o el Dior de Galliano.
Ese sueño que tejía Lagerfeld a través de la alta costura parece ahora desvanecerse. Algo que pudimos denotar en la última colección de Virginie Viard para la casa de lujo con vestidos y prendas de vestir enfundados en los clásicos tweeds de archivo, con costuras ribeteadas y pedrería. Maria Grazia Chiuri, por su parte, seguía la misma discreción con Dior.
«La idea es que puedas llevar Dior en cualquier momento del día», trasladaba Chiuri a Robert Williams de BoF. «Las mujeres de hoy van a la oficina, cogen un tren. No tienen el mismo estilo de vida que en el pasado. Quieren dar un paseo; para mí eso es importante porque significa ser libre».
¿Está reinventándose la alta costura?
Al estar aún transitando esta era pandémica, es muy probable que los antiguos clientes de la alta costura tal y como la conocíamos, quieran ahora invertir en más ropa de diario. Las grandes marcas están precisamente siguiendo ese camino y convirtiendo sus desfiles en plataformas de venta.
Sin embargo, las firmas más pequeñas, que llevan a cabo menos desfiles, tienen que hacer que cada momento cuente. En este sentido, el enfoque tridimensional de Roseberry en Schiaparelli es lo suficientemente convincente como para atraer a alguien a visitar Bergdorf Goodman y ver su colección de prêt-à-porter, o comprar uno de sus bolsos surrealistas, codiciables y ponibles.
Lo emocionante de esta nueva era de la alta costura sería la adaptación a las corrientes culturales y cambios sociales, tal y como hizo Pierpaolo Piccioli para Valentino, a raíz de diseños esculturales y cinematográficos que rendían homenaje a su pasado mientras conectaban con el presente.
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Vía: BOF.
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