Si hay alguna firma dentro del sistema que haga culto de la imperfección y de la decadencia esa es, sin duda, Balenciaga. Si el lujo estaba anteriormente asociado a los cánones de la belleza tradicional, ahora se subvierte el concepto para convertir algo feo en una obra de arte inalcanzable.
La moda deteriorada, deconstruida y desgastada proyecta ese lado trasgresor de la alta moda, dentro de una era líquida de cambios y micro-tendencias infinitas. De la estética ugly brota ahora esta nueva ramificación, controvertida y disruptiva cuanto menos. El arte de la provocación se ilustra en su máximo esplendor: una idea que pudimos descodificar de las zapatillas “Destroyed” París de Balenciaga, las cuales incendiaron inmediatamente las redes.
Pero Demna Gvsalia no tuvo suficiente, y continuó con su revolución y hackeo del sistema, deteriorando las Stan Smith para su último desfile junto a adidas. Precisamente esa belleza de la decadencia, y encanto detrás de la moda destruida se convierte en una especie de fetiche que conecta con nuestros impulsos rebeldes. Un concepto trasgresor que asentó en la moda John Galliano.
Esta controvertida tendencia fue la que el icónico diseñador proyectó en Dior para SS2000, inspirándose en los clochards de los suburbios parisinos, provocando un sinfín de protestas por parte de las comunidades homeless.
DECONSTRUYENDO LA MODA
El deseo por lo inalcanzable y exclusivo es lo que subyace del lujo y de esta tendencia anárquica en la que la alta moda reinterpreta en clave estética los códigos de las clases sociales más bajas. Aunque con ello siga persistiendo la duda de si realmente se trata de un juego contemporáneo en el que los ricos se visten de pobres.
En este sentido, la imperfección continúa deconstruyendo el lujo, mientras los usuarios de la moda elogiamos esa despreocupación y decadencia adolescente con la que sustituir los defectos por rasgos singulares.
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