Power Balance causó un gran impacto, tanto por los miles de ventas y acérrimos defensores, como por las reacciones de quienes criticaban el nulo rigor científico de su publicidad.
Nos situamos en 2010, en pleno boom tecnológico. Apple se prepara para presentar su último invento, el iPad. Ese mismo año nacen Kickstarter, el coche sin conductor de Google y una serie de inventos que dentro de unos años revolucionarían nuestras vidas. Aquí, en medio de esta maraña de tecnología, cables y microchips, nace una pulsera de plástico con propiedades milagrosas. Se trata de Power Balance.
Fue la tendencia del verano y se vendían como churros en aquella época. Las pulseras Power Balance eran la última moda y entre la gente ‘cool’ no eres nadie si no tienes una. Primero vimos a los famosos lucirlas en sus muñecas y luego saltaron a los brazos de los ‘fashion victim’. Según sus fabricantes, con sólo ponértela se «incrementaba la fuerza, la flexibilidad y la resistencia«.
La empresa asegura que «brinda al cuerpo un estado de armonía y equilibrio como lo tuvo antes de la contaminación por sustancias químicas, comidas rápidas, la falta de ejercicio y el estrés». Todo ellos gracias a unos hologramas que, aseguran, que «reaccionan positivamente con el campo de energía del cuerpo». Esto le permitió tener un elevado número de ventas que ascendieron a 300.000.
La Comisión Local de Protección del Consumidor intervino después de que un comité de revisión revelara que lo afirmado por la empresa violaba el código de promoción de artículos médicos y terapéuticos hasta el punto de que el Panel de Resolución de Quejas de Productos Terapéuticos pidió a Power Balance que eliminara cualquier afirmación engañosa sobre sus productos.
Power Balance también incurriría en otra práctica prohibida en el Real Decreto, al ofrecer «testimonios de personas famosas o conocidas por el público». En su publicidad aparecen famosos como el tenista Manolo Santana, el futbolista del Real Madrid Guti, la corredora Eva Castro, el jugador de baloncesto Shaquille O’Neal o el piloto de Fórmula 1 Rubens Barrichello. La empresa tuvo que declararse en quiebra.
A pesar de haber evolucionado durante estos trece años -la empresa ha vuelto a hablar de los misteriosos beneficios que dan sus productos- ahora todos somos un poco menos tontos para creer que un trozo de silicona es realmente capaz de hacernos correr más rápido. ¿Qué otros productos crees que nos venden cómo milagrosos y no lo son? Déjanoslo en comentarios.
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