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¿Acaso nuestros ídolos no deberían viajar en clase turista?

Esto es lo que sucede cuando uno de ellos decide «bajar» a la tierra y mezclarse con el resto de mortales en un vuelo de clase turista.

¿Acaso nuestros ídolos no deberían viajar en clase turista?

La fascinación por las vidas de los famosos es un fenómeno tan antiguo como el propio concepto de celebridad. Sin embargo, en la era digital, donde cada movimiento es escrutado y viralizado, las expectativas sobre cómo deben comportarse estos íconos se han exacerbado. ¿Qué sucede cuando uno de ellos decide «bajar» a la tierra y mezclarse con el resto de mortales en un vuelo de clase turista?

La respuesta parece ser una mezcla de incredulidad y sarcasmo. Las redes sociales, ese tribunal omnipresente de la opinión pública, no tardan en llenar sus feeds con memes y comentarios. «¿Acaso se han quedado sin dinero?», se preguntan algunos, mientras otros ven en este gesto una especie de caída en desgracia, un descenso al mundo común que contradice con la imagen lujosa que han construido.

Hace unos años, se hizo viral una foto de C. Tangana echándose una siesta en un vuelo de clase turista, en la Semana de la Moda de París Kanye West y Bianca Censori fueron grabados volando en clase ejecutiva (no es que el concepto cambie demasiado), la semana pasada similar le tocó a Jennifer López, fotografiada tomando un vuelo de Nápoles a París. El domingo fue el momento de Rafa Nadal fotografiado en vuelo de Mallorca a Barcelona que alcanzó los 2,5 millones de visitas en X. Al ver como estos posts nos atraen tanto, se entiende por qué prefieren los vuelos privados.

@brandon.doggett

was not expecting to see kanye when i walked out of the bathroom to say the lease #fyp #fypシ゚viral #kanyewest #biancacensori

♬ sad SpongeBob music – michael

Pero más allá de las risas y los juicios, hay un trasfondo más serio. Un interesante punto de lectura de la situación es el del resentimiento financiero: la alegría sádica de cuando se ve a un privilegiado rebajarse a hacer algo común. La verdad es que probablemente hemos llegado a percibir a las celebridades como habitantes de un mundo en sí mismo, una topografía de los ricos superpuesta a la de nuestro mundo y que no puede comunicarse con él, un escenario cuya cuarta pared nunca debe romperse. El precio de este privilegio es la exposición al escarnio público.

Sin embargo, este fenómeno refleja nuestras propias inseguridades y la forma en que proyectamos nuestros ideales de éxito y fracaso de aquellos que viven bajo el escrutinio constante. Ver a un famoso en un vuelo turista puede ser un recordatorio incómodo de que, siguen siendo humanos, susceptibles a las mismas limitaciones y decisiones prácticas que cualquiera. Nuestra necesidad de mantener a los ídolos en un pedestal, separados por la barrera del privilegio, revela una contradicción inherente: admiramos su humanidad, pero los castigamos cuando la demuestran.

El problema está en el hecho de que en el vórtice de los reposts y reels perdemos de vista la idea de que esa escena filmada por la cámara no es de un set sino que es la vida real, esta gente no está hecha de píxeles sino de carne y hueso. Kanye, C. Tangana, Jennifer López o Rafa Nadal también pueden dormirse en un avión o perderse en la entrada de un aeropuerto -y es esta normalidad la que nos cuesta perdonarles. Tal vez deberíamos preguntarnos qué nos lleva a hacerlo. ¿Es simplemente una forma de entretenimiento o hay algo más profundo en juego?

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