Desgraciadamente la historia pesa mucho, tanto que por ella perdimos a uno de los mejores modistos de España. Es muy posible que en más de una ocasión hayas leído “Balenciaga”, y seguidamente “París”, pero ni mucho más lejos de la realidad.
La gran internacionalización de la firma puede dar lugar a una ligera confusión; es cierto que, la primera boutique de la firma se abrió en la capital francesa en 1937, pero el fundador de la maison de Alta Costura, Cristóbal Balenciaga, es de origen español, concretamente de Guetaria, un municipio guipuzcoano.
En España, la historia siempre se repite una y otra vez. Las circunstancias sociales y políticas han hecho que hoy muchas personas con talento hayan tenido que buscarse un futuro fuera de nuestras fronteras.
Sucedió lo mismo con el diseñador vasco. Su vida estaba marcada por el contacto con la moda desde muy pequeño, su madre le enseñó el oficio del remate y el pespunte; fue ella quien inspiró al artista costurero en su carrera. Su creatividad y su habilidad con la aguja dieron lugar a talleres y negocios del sector muy rentables y muy reconocidos en San Sebastián. Pero la acalorada situación social y la inminente guerra civil española, empujaron a Cristóbal a emigrar a París, cuna de la Alta Costura. Fue allí, en 1937 cuando Balenciaga inicia su andadura internacional.
Balenciaga no se dejó envolver por el sueño parisino. Él nunca olvidó sus raíces y sus diseños estaban inspirados en el arte pictórico español con Goya, Zuloaga y Velázquez. Formas voluminosas y fluidas conquistaron a la alta sociedad, su chaqueta torera y la mantilla se integraron en las tendencias de la época, revelando de manera descarada su intención de hacerse sitio entre los más grandes de la industria y quedarse hasta el fin de la moda.
Treinta años mantuvo Balenciaga el mando de su buque insignia. En 1968, Cristóbal cierra una etapa, una vida rodeada de metros de tela y bobinas de hilo.
Sin su capitán la maison permanece en estado latente hasta 1987 cuando Michel Goma intenta despertar a la firma de casi 20 años de letargo, no obstante, su estrategia no funciona.
En el inicio de los años 90 el diseñador holandés Josephus Melchior Thimister, coge las riendas de Balenciaga. Lanza una línea prêt-à-porter sin mucho éxito. Tuvieron que pasar 25 años desde la marcha de Cristóbal de su casa, para que la maison volviera a recuperar su antigua luz. Es posible que Francia tuviera que devolverle todo lo que Cristóbal le había dado a la ciudad de París; el francés Nicolás Ghesquière de tan solo 24 años llega como un salvador necesario.
Recordando los viejos tiempos, crea unos diseños de volúmenes escultóricos y vanguardistas trayendo de nuevo la esencia de los inicios de Balenciaga, con esa fórmula perfecta el joven modisto devuelve el éxito a la casa de moda.
En 2001, el flamante conglomerado de empresas de lujo, Kering, adquiere Balenciaga, sumándola a otras firmas como Yves Saint Laurent o Gucci. La entrada al grupo supuso un punto de inflexión para la firma, pues los nuevos directores creativos cambiarían el concepto de la firma de una forma sin precedentes. Once años después de la fusión y tras quince años de un trabajo excepcional Nicolás Ghesquière abandona Balenciaga dejando a la firma en lo más alto.
El grupo Kering, el nuevo dueño de la maison, nombra a su nuevo director creativo Alexander Wang. Es el diseñador estadounidense el que marcará las directrices de lo que será la nueva imagen de la firma, más moderna, más actual y fresca, su esencia queda reflejada en sus creaciones y en sus desfiles.
A pesar de la gran acogida que tuvo por el público, Kering decide no renovar a Wang y firmar un nuevo contrato con el actual diseñador Demna Gvasalia.
La nueva imagen de Balenciaga es muy distinta de lo que fue en sus inicios. Gvasalia tiene un carácter propio, una visión de la moda que ha cambiado todos los estereotipos de la industria, más contemporánea, un estilo más urbano alejado del ideal de Alta Costura.
Demna abrió la firma a la diversidad creando una línea masculina, esto supuso un nuevo reto para Balenciaga, pues hasta el momento sólo habían sido destinatarios de sus diseños las mujeres. Cada vez que Balenciaga presenta sus desfiles, todo el mundo habla de ello.
Las Triple S, son un claro ejemplo, del movimiento que Gvasalia ha generado en el sector. Su internacionalización ha sido tal que en muchas ocasiones se ha olvidado su verdadero origen. España ha dado y sigue dando genios de la moda. Esperamos que no vuelva a pasar y que la historia no se repita.
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