La colección AW24 del diseñador irlandés ha dividido a la comunidad de la moda, polarizando en una catarsis colectiva sus sentimientos y opiniones acerca del inicio de su mandato como director creativo de Alexander McQueen, como sucesor de Sarah Burton.
Seán McGirr remasteriza ahora el legado y el archivo de la emblemática firma londinense para la nueva edición de PFW sobre una pasarela marcada por vías de hormigón que evocaban nostálgicamente las marcas viales de la propuesta de McQueen 1995 titulada ‘The Birds’. Una colección de la que también tomó inspiración directa para su look de apertura, enfundando a la modelo en un surrealista vestido de látex comprimido.
De manera previa al show, unas dos semanas antes, se proyectaría un adelanto de esta presentación con una campaña de vídeo en la que aparecían modelos en un bosque ataviados con las máscaras de calavera distintivas de la casa, que extraían una vez más la belleza del horror. De esa pieza audiovisual también renacería el logo de McQueen con la ‘C’ dentro de la ‘Q’.
MCQUEEN FW24
El esperado debut de McGirr se convirtió, inesperadamente, en un guiño desconcertante a la identidad de JW Anderson; firma para la que trabajó previamente a su entrada en la casa McQueen, y a sus representativos diseños esculturales, exagerados y voluminosos.
Más allá de esa aparente ‘referencia’, la colección pretendía «revelar el animal que llevamos dentro» a través de looks de pelo largo con vida propia. Mientras tanto, la oscuridad intrínseca de la marca se retrató en forma de modelos con siniestros vaqueros y el rostro semi-oculto con sombreros de cuero. McGirr también quiso experimentar dentro del mismo juego sartorial con el knitwear XXL y con la geometría circular.
Para el inicio de esta nueva era, el diseñador interpretó asimismo la sastrería representativa de A.M a través de blazers embellecidos y pantalones pitillo, así como conjuntos de raya diplomática combinados con vibrantes camisas de neón. Todo ello lo cubriría con prendas de outerwear como abrigos asimétricos con hombros redondeados en una colección en la que brillaron los vestidos con incrustaciones de cristal; pero en la que pareció desvanecerse la conexión real con la identidad de McQueen.
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