La palabra Orgasmo procede del griego ὀργασμός, orgasmós, y se define como la culminación del placer sexual. “Es la sensación intensa, invasiva, efímera y placentera que se alcanza como punto álgido de la estimulación genital”, añade Mariana Alonso Fernández, psicóloga sanitaria y sexóloga. “Se va acumulando tensión en el músculo pubocoxígeo(el suelo pélvico) cuando llega un punto que no puede acumular más tensión va liberándola de forma autónoma, esa liberación es el orgasmo.”
Sin embargo, y aunque las definiciones como tal parecen casi cristalinas, nunca acaba de quedar del todo claro el cómo, el por qué y cuando fisiológicamente sucede ese clímax de forma exacta. De hecho, ha sido durante siglos un tema rodeado de mitos, controversias y desconocimiento. Reconocer su complejidad y los tabúes que lo han rodeado a lo largo de la historia es fundamental para avanzar hacia una conversación más inclusiva y abierta sobre la sexualidad.
Desde una perspectiva histórica, una de las figuras más influyentes en la discusión sobre el orgasmo femenino fue Sigmund Freud, quien en el siglo XX introdujo ideas que marcarían profundamente la percepción de la sexualidad de las mujeres. En su teoría, Freud diferenciaba entre el orgasmo «clitoriano» e «inmaduro» y el orgasmo «vaginal» y «maduro», sugiriendo que las mujeres debían transferir su placer del clítoris a la vagina para alcanzar un desarrollo sexual completo. Esta idea no solo invisibilizó la importancia del clítoris como el centro del placer femenino, sino que también estigmatizó a las mujeres que no alcanzaban el orgasmo a través de la penetración.
Estas teorías freudianas moldearon prácticas médicas, psicológicas y culturales durante décadas, perpetuando la idea de que el placer femenino debía estar subordinado a la penetración y la función reproductiva. Sin embargo, investigaciones modernas como las de Masters y Johnson en los años 60, y el Hite Report en los años 70, desmintieron estas nociones, demostrando que el orgasmo femenino depende casi exclusivamente de la estimulación del clítoris, sea directa o indirectamente. Actualmente, la ciencia y la sexología han avanzado significativamente; y precisamente, profesionales como Mariana Alonso Fernández, aseguran que aunque a nivel cerebral solo existe un orgasmo, la forma de alcanzarlo varía, ya sea mediante la estimulación directa del clítoris (como en la masturbación) o de forma indirecta, durante la penetración.
Aún con los avances, muchos mitos persisten. Uno de los más comunes es que las mujeres deben alcanzar el orgasmo durante el coito, cuando en realidad, la mayoría necesita estimulación clitoriana para llegar al clímax. Además, estudios recientes han desmentido ideas como que a las mujeres les cuesta más alcanzar el orgasmo. Según uno realizado este 2024 por Womanizer, el 42,8% de los hombres han fingido un orgasmo en algún momento. Esto, desmiente la idea de que fingir placer sea algo exclusivo de las mujeres, y también pone en evidencia la necesidad de romper con la presión social que asocia el clímax con el éxito de una relación sexual; no todos los encuentros sexuales tienen que terminar en un orgasmo, el placer sexual es una cuestión más amplia y compleja que eso.
Durante la masturbación, hombres y mujeres tardan aproximadamente el mismo tiempo, lo que sugiere que los desafíos en el contexto de las relaciones sexuales están relacionados más con la falta de comprensión o estimulación adecuada que con una supuesta «complejidad» femenina, que no existe.
¿Por qué es importante hablar de estos temas? Porque reconocer y desmentir mitos no solo mejora la comprensión sobre la anatomía y la sexualidad, sino que fomenta una cultura donde el placer de las mujeres y los hombres sea valorado al mismo nivel.
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