La improvisación es un acto de colaboración. Cuando se entrelazan los impulsos libres de mentes individuales es cuando surgen las expresiones colectivas. La colección masculina Otoño/Invierno 2023 de Gucci hace de la improvisación su metodología: una herramienta constructiva destinada a la creación.
Una práctica empleada en diversas disciplinas artísticas como el teatro o la música que se basa en el saber hacer de aquellos que la llevan a cabo. Los intérpretes, cuando se les pide que improvisen, acceden y activan la intuicionistas propia de su oficio. Gucci abraza la curiosidad y la espontaneidad de las ideas improvisadas, convirtiendo esta colección en un reflejo natural de las individualidades que encarnan los creativos y artesanos polifacéticos que habitan la casa; aquellos que se inspiran en conocimientos, técnicas y procesos imaginativos de diversa índole para crear un concepto más amplio: la estética de la improvisación.
Una premisa versionada en forma de interpretación en vivo por Marc Ribot’s Ceramic Dog. A través de una banda sonora personalizada que evoluciona a medida que avanza el desfile, el trio de noise rock emula las energías de la colección, inspirándose en elementos propios de géneros como el jazz y el punk, inherentes a la improvisación musical.
El grupo aparece en un escenario esférico que rodea la pasarela: una formación circular que simboliza el girar de la rueda colaborativa que define a la comunidad creativa de Gucci. Sirve de marco a una colección basada en los arquetipos del armario clásico de caballero, redefinido a través de la amplificación del lujo artesanal y de la lente subversiva de la improvisación. Activadas por las expresiones diversas de los personajes que las portan, las prendas reflejan distintas concepciones de la seducción inmanente a la masculinidad de Gucci.
Crystal GG, la nueva interpretación lacada de la lona con el monograma de la Casa -un diseño de los años setenta- hace de la colección un instrumento de freestyle visual. Impregnado con los colores vibrantes y los tonos pastel apagados que caracterizan el desfile, el tejido -cuyo nombre hace honor a su brillo- está presente en monos de trabajo, bolsos y zapatos de construcción relajada y oversize, dando lugar a una sensibilidad táctil envejecida que los dota de alma propia.
La colección gira en torno a cómo el individuo elige portar una prenda o un complemento. Los gestos, el desgaste y la personalidad con la que lo imbuye. Una noción adornada con piezas de joyería reminiscentes del archivo de Gucci -el cierre de pistón, el Horsebit, la cruz- que evocan vestigios emocionales de carácter íntimo.
Las siluetas de sastrería voluminosas y sueltas posibilitan looks improvisados. Un sentimiento que se ve reflejado en los trajes con elementos de quita y pon que permiten transformarlos en chalecos y pantalones cortos. La libertad y el atrevimiento de la masculinidad contemporánea dan forma a prendas híbridas -en cuanto a construcción o estilismo- nacidas para la confluencia de fondos de armario históricamente contratantes: la ropa deportiva inspirada en el archivo de los años 80 evoca códigos dance, mientras que las prendas de motorista rinden homenaje a piezas de archivo de principios de los 2000 o se conjugan con sobretodos arquetípicos. Inspirados en la misma época, los vaqueros desgastados -como lavados con gasolina- están adornados con el logotipo que Gucci presentó, allá por 1953, con motivo de la inauguración de su primera tienda en Nueva York.
Diversas piezas personalizadas celebran la autoexpresión improvisada: fulares de estilo vintage atados a bolsos y utilizados como parches para los vaqueros; forros de chándal deconstruidos y reconvertidos en detalles decorativos; pantalones clásicos de vestir transformados en esculturales faldas drapeadas que rozan el suelo y lucen pierna al caminar. Efectos que dan forma a construcciones que no son lo que parecen. Al someterlas a escrutinio, descubrimos un jogger cláss confeccionado en piel liviana y un chaquetón marinero -en apariencia emplumado- con un bordado integral de lentejuelas blancas multidimensionales que no hacen sino potenciar la artesanía que define a la Casa.
La colección presenta una reinterpretación sobredimensionada del bolso Jackie de construcción blanda, adornada con el cierre de pistón creado originalmente para Gucci por Tom Ford y disponible en tonos pastel de cocodrilo. De su estructura decorativa original, el Dionysus -sometido a exclusivas técnicas de manufactura- conserva únicamente su emblemático broche de herradura adornado con cabezas de tigre y una nueva correa de piel.
Los portatrajes, con correa para llevarlos al hombro, están fabricados en coloridas lonas lacadas, mientras que la lona Crystal GG da vida a un nuevo bolso de viaje rectangular con líneas relajadas disponible en la paleta de colores de la colección así como a un clásico de los setenta: la bota tobillera de punta redonda. La línea de calzado incluye también unas sandalias de tacón cerrado, un modelo Princetown sobredimensionado con la firma verde-rojo-verde y un mocasín Horsebit de efecto desgastado que refleja el carácter personalizado de la colección. Un nuevo modelo de botas de motorista acolchadas, disponible en multitud de colores, completa la oferta.
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