Nueva York, martes por la noche. Bajo la inmensidad iluminada del Rockefeller Center, Luar volvió a dejar claro que la moda no solo se lleva, se vive. Madonna y Ice Spice en la primera fila, Offset elevando la temperatura en la pasarela y los bolsos metálicos Ana brillando como trofeos. La colección SS25 de Raúl López no fue un simple desfile: fue un statement. Titulada «En Boca Quedó» —esa frase dominicana que se desliza como un cuchillo afilado, insinuando que, estés o no presente, las lenguas seguirán moviéndose sobre ti—, la colección de Luar fue una oda a la rebeldía y al autoempoderamiento.
Botas hasta la rodilla con tacón de gatito que rompían con lo convencional, mocasines Oxford que anunciaban la entrada de Luar en el mundo del calzado, y las capuchas hechas de estampados de leopardo deformado, todo jugaba con la idea de la dualidad. Como si cada pieza tuviera un pie en la tradición y otro en el presente. El bolso Yahaira, un guiño a la personalidad del propio López, no solo es un accesorio, es un manifiesto de identidad. «La traducción literal de ‘En Boca Quedó’ fue la premisa que resonó durante todo el desfile. Un juego de palabras que habla de legados.
Cada look era un recordatorio del viaje de López, un trayecto que transita entre las expectativas de la comunidad latina y la búsqueda de un espacio propio en la jungla neoyorquina. Los abrigos de doble botonadura con mangas gigantes y capuchas ceñidas ofrecían refugio, mientras los vestidos de punto se convertían en armaduras de tejido que subían hasta cubrir las cabezas de las modelos, un abrazo que protegía de las miradas ajenas. Las gabardinas de hombros grandes y texturas multidimensionales eran como escudos futuristas que prometían salvaguardar al portador de cualquier juicio o prejuicio.
Pero no todo fue sombrío o introspectivo. Luar es sinónimo de audacia y desafío. Los trajes negros brillantes, casi como si hubieran sido sumergidos en agua, los formales desestructurados y los conjuntos de ropa de trabajo que gritaban a los cuatro vientos el nombre de la marca, nos recordaron que la moda también puede ser una fiesta. Y luego estaban los bolsos Ana, en dorado y cargados con pequeños amuletos de una colaboración con American Express que exudaban lujo y poderío. Cada detalle reforzaba la idea de que no hay nada de malo en destacar, en brillar más que el resto.
Al final, López recorrió la pasarela con una sonrisa que era puro Nueva York, y los vítores de la audiencia no se hicieron esperar. «¡Madre!» se oyó entre el público, mientras alguien más gritaba «¡Vamos, abuela!» en un tributo al nombre que el diseñador se ha ganado en la escena del ballroom. La energía era real, palpable, y de pronto, cualquier sombra sobre el futuro de la Semana de la Moda de Nueva York se disipó. Porque, al final del día, Luar es eso: una promesa de que, pase lo que pase, siempre habrá algo de qué hablar.
Tres creativos de Emcee reinterpretan el icónico Ana Bag de LUAR.
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