La revolución virtual, el metaverso, el auge del criptoarte, la tecnología blockchain y la obsesión por los NFT proyectan una nueva problemática contemporánea que trasciende las fronteras del mundo físico. Consiste en la activación masiva de falsificaciones de moda por parte de ladrones estéticos en un espacio virtual anárquico en el que no existe la propiedad intelectual.
El último caso de “bootleging” en la moda lo protagoniza Mason Rothschild, el ideólogo del “Baby Birkin” y los “Metabirkins” en NFTs, que vendió por 200 Ethereum (unos 790.000 dólares). El artista reprodujo un centenar de versiones surrealistas del bolso con pieles de imitación, sin contar en ningún momento con la intervención artística de la marca.
Hermès acusó al artífice de tal falsificación, aunque no pudiese alegar ante ello, pues la firma no pertenece al mercado de los NFT. Al no haber entrado en ese universo, y al estar registrado como bolso de piel y no como imagen, no se consideraría legalmente una infracción. Vendría a ser un caso parecido de vacío legal como el de Supreme y Supreme Spain cuando la marca neoyorquina aún no tenía la marca registrada en Europa, y le abría las puertas de par en par al counterfeit.
El artículo convertido en el santo grial del lujo es muy difícil de conseguir por ese aura exclusivo y limitado que lo envuelve. Como gran objeto de deseo de la moda, el Birkin se erige como la pieza clave para renderizar en cripto-obra; algo que Rothschild llevó a cabo para atraer todas las miradas (y las criptomonedas) a través de la luz azul. Las misma oportunidad de negocio la detectaron asimismo una serie de avatares que lanzaron su propia versión del bolso, vendiéndolo aún más caro que Mason.
EL MERCADO NEGRO DEL METAVERSO
Parece que las NFT son las nuevas fronteras de las falsificaciones legítimas: un asunto involutivo con el que han tenido que lidiar muchas firmas IRL. Pero sobre todo, diseñadores independientes / emergentes que ven como se replican exactamente sus creaciones tanto por parte del sector high-end como del low-cost.
Ahora, en el metaverso, cualquiera puede firmar y vender una imagen por x dinero, desencadenando una clara violación de derechos de autor. «¿Quién es el propietario de la propiedad intelectual de un producto físico creado digitalmente?», planteó Ian Fitzpatrick, director global de estrategia y operaciones de marca de New Balance, durante la cumbre GamesBeat de este mismo año.
A medida que se monetiza la moda virtual, los NFT entran a jugar en el mercado con ese fin lucrativo. Infinidad de firmas como Gucci, Nike o Balenciaga ya han diseñado una serie de armarios virtuales para algunas plataformas digitales. El dilema aparece cuando otras personas se apropian de sus artículos para venderlos.
De esta manera, nace un mercado negro de falsificaciones que produce versiones de criptoarte en modo copy-paste, y las revende a posteriori por precios desorbitados. Al no haber una regulación al respecto, las falsificaciones se aprueban desde el marco alegal.
OBJETOS REVALORIZADOS EN VERSIÓN 3D
Tal y como ocurrió con el bolso Birkin, vendido como NFT por mucho más que su homólogo físico, le pasó lo mismo a Gucci en Roblox. Aunque, esta vez, la marca fuese la artífice del proyecto de moda digital, la contrariedad se manifestó con la reventa masiva de sus productos.
Algunos gamers de la plataforma invirtieron más dinero en comprar bolsos virtuales de la marca de lo que cuestan los originales a través de “Gucci Garden Experience”: un evento creado por la casa italiana en el que los jugadores podían comprar artículos exclusivos de Gucci. La revolución llegó con la reventa del bolso Dionysus, que, con un precio original de 3.400 dólares, alcanzó los 4.115 dólares.
El counterfeit de la moda y el arte está teniendo así su momento de apogeo en el metaverso al no estar amparado por la protección de derechos de propiedad intelectual. Si ya las normas sobre la falsificaciones físicas estaban bastante diluidas, en el metaverso directamente no existen, abriendo paso a un espacio salvaje de compra-venta ilegal que poco o nada tiene que ver con el progreso que nos vendieron.
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