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¿Por qué tenemos hábitos de belleza tóxicos?

A pesar de que la ciencia y los informes dicen que son perjudiciales para nuestra salud, nosotros seguimos siendo adictos a las rutinas dañinas.

A pesar de que la ciencia y los informes dicen que son perjudiciales para nuestra salud, nosotros seguimos siendo adictos a las rutinas dañinas: uñas de gel, decolorante de cabello, bronceado artificial con rayos UVA, alisado químico…

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Mira Kopolovic, científica social de Canvas8, explica cómo tenemos un «sesgo de confirmación», es decir, nuestro cerebro inconscientemente elige la información que nos interesa creer. Estamos predispuestos a recordarla más si concuerda con nuestras creencias.

Por ejemplo, esto ocurre con los parabenos. Nadie sabe realmente muy bien qué son pero hemos asimilado que son malos. Ninguno de nosotros se ha detenido a buscarlo, simplemente nos fijamos en que en la etiqueta del champú ponga “Libre de parabenos y siliconas” y punto. Sin embargo, los parabenos son conservantes que aseguran que estemos protegidos de la contaminación por microbios como bacterias, mohos y levaduras.

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Todo este asunto parte de un estudio publicado en  2004 donde se informaba de que los parabenos estaban vinculados al cáncer de mama. Estos hallazgos fueron ampliamente desacreditados por los expertos en 2005 y nuevamente en 2011 y aun así la industria adoptó el mensaje de que los parabenos son malos, demonizándolos ante el público.

«Más allá de eso, racionalizamos las cosas que nos sentimos obligados a hacer», continúa Kopolovic, «Si no podemos ser nosotros mismos sin algún tratamiento cargado de lejía es más probable que lo interpretemos positivamente. Es un mecanismo de defensa psicológico – uno que nos hace sentir bien para que podamos dejar de preocuparnos y seguir con nuestra existencia.«

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Un artículo en The Guardian reveló que los productos para el cuidado del cabello y los cosméticos comercializados hacia las mujeres negras son más dañinos debido a los químicos endocrinos que alteran las hormonas en ellos, en comparación con los productos dirigidos a las mujeres blancas. Por ejemplo, el alisado químico del cabello , que es un tratamiento particularmente común entre las mujeres negras, pero debido a los fuertes químicos utilizados, se corre el riesgo de que el cabello se seque, se vuelva quebradizo y propenso a romperse.

La productora de televisión Zina Alfa presentó una petición para prohibir la discriminación del cabello en el Reino Unido, considerando que el uso histórico del alisado químico se debe en parte a la discriminación del cabello. «Cuando la esclavitud llegó a Occidente, la mayoría de la gente se afeitaba el pelo como una forma de erradicar la identidad cultural de los esclavos como una forma de asimilación. Esto ha trascendido a la cultura cotidiana». Continúa diciendo que «como comunidad, hemos normalizado químicamente el alisado del cabello hasta el punto que vemos que tener el cabello liso es un símbolo de la clase alta, la belleza y el éxito”.

Pero no solo los alisantes químicos son peligrosos para nuestra salud, los productos decolorantes y las uñas de gel acrílico no se quedan atrás. La satisfacción a corto plazo de tener uñas estéticamente bonitas o poder cambiar el color de nuestro pelo cada mes nos importa más que el daño a largo plazo que nos estamos haciendo. Aunque, lo peor de todo, es que probablemente nos arrepentiremos más adelante.

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Toxic Beauty, un documental de 2019, explora los temas relacionados con esta problemática. Es una inmersión profunda en la falta de regulaciones sobre los componentes químicos en los productos de belleza. A medida que descubre los diversos problemas médicos como el envenenamiento por mercurio y el cáncer de mama vinculados a ingredientes como los ftalatos, el documental también revela la naturaleza artificiosa de todo ello. El beneficio se prioriza sobre la transparencia, es decir, lo poco que sabemos sobre lo que hay en nuestros productos y los efectos a largo plazo.

Un hallazgo del documental fue que el aceite de lavanda puede causar trastornos hormonales en los niños, a pesar de que se comercializa a las masas como beneficioso. Pero, lo que más llama la atención, es el hecho de que la legislación cosmética no se ha actualizado durante décadas.

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Además, la conciencia pública de los productos es lenta en cambiar. Esto se deriva de la narrativa de los medios de comunicación, que da prioridad a la información de los estudios sensacionalistas por su valor de choque. Es entonces menos interesante para el público en general, en el caso de los parabenos y su relación con el cáncer de mama, para luego aprender un año después que en realidad son seguros. Los informes contradictorios sobre los parabenos, sin importar lo anticuados que sean algunos, no es una información que los consumidores estén dispuestos a leer, sobre todo porque las revistas médicas no están dirigidas para el público general.

El consumismo es un juego tóxico; la sociedad está tan enfocada en comprar y usar ciegamente los productos que se comercializan que no pensamos en educarnos y leer las etiquetas. Deberíamos leer lo que estamos comprando, al igual que leemos las etiquetas de los productos alimenticios en el supermercado.

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