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Cómo el «compra ahora, paga después» está acelerando el fast fashion

En tiempos de hiper-consumo, proveedores como Klarna están prestando nuevos servicios basados en el “compra ahora y paga después”.

En tiempos de hiper-consumo, proveedores como Klarna o Vestiaire Collective están prestando nuevos servicios capitalistas basados en el “compra ahora y paga después”. Una estrategia que facilita el modo de compra, a la vez que acelera los engranajes del fast fashion.

Las deudas ya forman parte de nuestro propio sistema materialista estructurado a través del pago a plazos o de los créditos. Para constatar esta nueva tendencia económica, sólo tenemos que echar un vistazo a una serie de tags como #Klarna en Tiktok, y ver a un montón de chicas con nuevas tarjetas de crédito de color negro mate, exhibiendo sus últimas compras PLT financiadas por el proveedor. Su estética edulcorada de Wes Anderson y sus tonos pastel acaban de atraer a las nuevas generaciones que lo conciben como un estilo de vida aspiracional.

La génesis de este servicio de «compra ahora, y paga después» tuvo lugar en Suecia en 2005. Tras pasar por Reino Unido en 2014, el método empezó a popularizarse por permitir a los usuarios comprar artículos y pagarlos en un plazo de hasta 30 días, así como dividir el coste en cuotas o plazos mensuales. Durante la pandemia, la demanda de este servicio se disparó, y en 2020 Klarna se convirtió en la cuarta empresa privada de fintech del mundo.

¿ESTAMOS ANTE EL SIGUIENTE ESCÁNDALO FINANCIERO?

Klarna ya cuenta a día de hoy con dos millones de transacciones diarias que llevan a cabo, en su mayoría, los inversores de la moda afincados en la generación Z. Una plataforma de aspecto paradisíaco en la que se ocultan una serie de problemáticas que organizaciones como StepChange han sacado a la luz. Entre ellas, la persecución de los compradores de BNPL por parte de los cobradores de deudas, y su fuerte impacto medioambiental.

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El aumento de la demanda de este espacio de “moda accesible” ha llevado a que las firmas de moda rápida produzcan cada vez más ropa barata, la mayoría de la cual se devuelve. Y es que, aunque exista la posibilidad de probarse antes de comprar, los envíos y las devoluciones de artículos producen un elevado coste de carbono, y acaban incendiadas en vertederos.

Lo contradictorio, en este sentido, como está ocurriendo con el fenómeno SHEIN, es que las nuevas generaciones «conscious native» que abanderaban el cambio de paradigma, sean las que precisamente estén reavivando las llamas del fast fashion. La revolución eco-futurista que parecía proyectarse en la moda se tambalea a través de todas esas compras e-commerce con las que recibir ropa de manera instantánea envuelta en paquetes de plástico.

La sobreestimulación de necesidades inexistentes por parte de las redes sociales también ha favorecido este cambio generacional en el que los jóvenes perpetúan el hiperconsumo. Aún así, cabe subrayar que la culpa no debería recaer siempre en el consumidor; si no en el gobierno y en las empresas que siguen impulsando una industria lavada a través del greenwashing.

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