Según el último informe de Deloitte, empresa estadounidense de auditoría y seguros, el «Global State of the Consumer Tracker» indica que cada vez más consumidores están experimentando picos de ansiedad debido a sus condiciones económicas; mientras canalizan toda su energía en aumentar el flujo de sus cuentas bancarias, ya que la inflación continúa mermando su economía familiar. En este sentido, en EE.UU., el 33% de los encuestados por los investigadores, afirmaron estar teniendo más estrés que en el pasado como consecuencia de la inflación.
Más allá de ese paradigma, los resultados del estudio vislumbraron cómo los consumidores jóvenes están invirtiendo en viajar, como una vía evasiva con la que escapar de una realidad muchas veces sumida en la distopía. Un contexto socio-económico que está activando infinidad de trastornos de ansiedad por una serie de factores que podrían ir desde los problemas en núcleo familiar o en el trabajo, hasta otros (quizás silenciosos) como la ansiedad del consumidor: una patología basada en la ansiedad por las compras que está afectando a todos aquellos que están sintiendo los efectos latentes de la crisis económica.
DE LA COMPULSIVIDAD A LA ANSIEDAD
En años de grandeza y prosperidad económica como los 80 o 90 se hablaba de una corriente de compras compulsivas: una tendencia impulsada por los delirios capitalistas que ahora se invierte por parte de la ansiedad del consumidor. Una que bebe directamente de síntomas como los sentimientos de ansiedad y el estrés, que acaban desencadenando en la auto-disminución del gasto, y la reposición de ahorros constante que entra dentro de un loop eterno. Eso sí, en medio de este escenario emergente, se exceptúan los viajes turísticos como destinos colectivos sobre los que llevar a cabo una inversión real y trascendental para la salud mental.
Al fin y al cabo, las fluctuaciones económicas han puesto de manifiesto la adopción de prácticas de consumo inteligentes dentro del movimiento “recession-core” y de esa «crisis fatigue» que empezó a conmover a la generación Z hace unos años, llevándoles a dedicar su dinero a viajes que les permitan alejarse del estrés. Se trata de una generación muy consciente en todos los sentidos que calcula sus gastos, mientras descifra el coste real del producto y de todos los materiales o las condiciones en las que podrían haberse producido. Un movimiento generacional en el que colisiona el manifiesto de la woke era y del «lujo silencioso«, que pone el foco en la sostenibilidad y el respeto medioambiental a través de un renovado interés por la ropa minimalista, atemporal y los accesorios de calidad, que a la larga permitan gastar menos.
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