En la primera mitad del siglo XX, el ídolo adolescente era el rockstar. A mediados de los 60, el gánster le gana terreno. Desde que Scarface llegara a la gran pantalla en 1932, la estética gánster se ha establecido como una tendencia constante en la moda, con repuntes notables tras estrenos de grandes narrativas sobre mafia y posteriores períodos de calma en los que queda relegada a un reducto minoritario. Analizamos cómo nace esta figura, su resurgir actual y sus referentes.
La construcción del arquetipo del mafioso
La figura del gánster heroico surge como un efecto sociocultural del capitalismo y sus horrores. Un efecto que germina en las clases más bajas de la sociedad y que termina absorbido por el sistema, reconfigurado y dulcificado para nuestro deleite.
En las economías deprimidas, la construcción de uno o varios ídolos criminales locales es consecuencia de la búsqueda de una figura identitaria por parte de los más desfavorecidos. Aquellos repudiados por el sistema, relegados a los últimos puestos en la sociedad del hiperconsumo y del self-made man, ansían una filiación que calme su crisis de identidad.
Estos colectivos se sienten excluidos de un sistema económico que les impide desarrollarse como personas. Y por ello ponen sus ojos en el criminal, en el mafioso, en aquel que ha conseguido enriquecerse burlando la red financiera que lo oprimía, jugando con sus propias reglas. En aquel que ha conseguido triunfar dentro de las lógicas del capitalismo, pero sin subordinarse al sistema. En aquel que ha pasado de ser un sujeto pasivo a ser el agente de su propia vida.
El escritor Heriberto Yépez lo cuenta en su libro La increíble hazaña de ser mexicano (2009):
Va aquí la receta (infalible) para hacer de tu hijo un narco, un criminal, alguien sediento de más y más poder.
Desde muy temprana edad, rebana sus sentimientos, cuerpo y deseos. Dile que tú sabes más de él o ella que él o ella mismo. Todo lo que haga, descalifícalo. (Hazlo tan sistemáticamente como puedas). Al tiempo que preparas un ser marcado por la incompletud, agrega machismo, clasismo, racismo y misoginia a tu gusto, hasta que tu hijo crea que un ser se completa rebajando a otros. (El ninguneo es el ingrediente clave de este platillo típico).
Ya que llegue a la pubertad, aumenta tu autoritarismo familiar. Con chantaje emocional o violencia abierta. Mantén en tu hogar un clima bélico. Para este momento, tu hijo buscará sobresalir a toda costa. Y, con toda seguridad, tú y tu sociedad impedirán que lo haga por medio de la educación, el amor o el trabajo. Hierve la mezcla con narcocorridos y películas hollywoodenses. Agrega dos gramos de coca. Y hornéala en marihuana o cristal (se venden sin receta). A fuego lento, déjalo salir a las calles. Ahí encontrará la pandilla, policía, cártel o army más cercano. Ese grupo -donde hallará las mismas gratificaciones y malestares que en tu familia- será su nueva familia. Entonces tendrá respeto. Y se vengará de ti y de toda esta sociedad. Como postre, hazte la víctima y pregúntate cómo es que hay gente tan desalmada si tú eres tan dulce.
Gánster y cultura pop
La glorificación de la figura del mafioso es un factor determinante en la constante representación de este en la cultura pop. Lo vemos en series como Los Soprano o Breaking Bad, en películas como El Padrino o El Irlandés y en videojuegos como Grand Theft Auto. Distintas variantes del criminal que han ayudado a reconfigurar la figura del mafioso de nuestro tiempo, una figura que parte de la old-school mafia pero que se diferencia de ella en varios factores relevantes.
La mafia clásica se rige por estrictas reglas y juega dentro de sus fronteras. El mafioso moderno tiene carisma y no oculta sus actividades delictivas, sino que las exhibe con orgullo como un signo de empoderamiento. El status por encima de la ética. Y de esta resignificación surgen también las variantes del narcotraficante latinoamericano o la del norteamericano blanco, empresario y corrupto. Arquetipos que gastan su dinero en lujo, prostitución y drogas mientras burlan al Estado. La serie Narcos propició una admiración de cierto público por la figura de Pablo Escobar. También ocurrió con El Lobo de Wall Street, tras cuyo estreno mucha gente se sentía ridículamente identificada con Jordan Belfort.
De este modo, se genera un nuevo nicho de mercado que insta a la producción y al consumo de multitud de narrativas en torno a la mafia. Las alteran a su gusto y las presentan como contenido de entretenimiento para las clases “medias” y desfavorecidas, que las engullen y ven fortalecida su romantización del imaginario gánster. Un imaginario que deja de lado las consecuencias distópicas reales de la vida del mafioso y se centra en construir el arquetipo que el público quiere ver.
Moda y mafia
El fashion system juega desde hace tiempo con los códigos y simbolismos propios de la mafia. Partimos del mafioso italiano. Buen vestir, calzado y trajes a medida made in Italy, listo para conquistar América. También el dandy inglés marcó una gran influencia. Refinado, burgués, acusado de homosexualidad, Oscar Wilde como máximo referente. Merecen mención el gánster americano, más estridente y ostentoso; o el gánster japonés, silencioso y sociópata. Todos estos adjetivos no vienen de un análisis del crimen organizado de estos países, sino de una lectura de su representación en los productos de consumo y en los mass media.
Ahora han cambiado ciertas pautas. La mujer, que suele ser un mero escenario o condicionante en la trama del mafioso protagonista, varonil y machista, empieza también a apropiarse de una estética que siempre le ha sido negada por lo que simboliza: autoritarismo, violencia, impasibilidad, liderazgo. Desde los esmóquines femeninos de Yves Saint Laurent en los 60 pasando por la estética yuppie de los 90, las mujeres han ido consolidando y reafirmando su espacio en estos imaginarios masculinizados. Pero, aun así, la falta de transversalidad es evidente. La cultura y la moda que juega con los códigos de la mafia sigue yendo destinada principalmente a hombres.
El nuevo mafioso
Desde hace pocos años o largos meses, la figura del gánster o el mafioso está resurgiendo no solo en los trajes de chaqueta cruzados con tirantes, sino también en la moda urbana y el streetwear más high-end. Y lo hace con nuevos simbolismos y variantes que ha venido rescatando de otros tiempos y que ha modificado y reconfigurado para dar lugar a este nuevo mafioso. Prendas de seda, relojes, cordones y sellos de oro, gafas de sol de cristal amarillo o chándales retro con mocasines.
Lo vemos en la escena musical, concretamente en ese escenario que se presenta como la evolución del fenómeno trap de 2015, en ese Nuevo Pop abanderado por figuras como C. Tangana (mención especial a Álex Turrión). Se trata de una variante que bebe en parte del auge del extrarradio y que comparte el origen de su hambre. Pero aquel otro gansta viste falsas gorras Gucci porque quiere apropiarse de los códigos de los ricos, elevar y reinvindicar la clase de los barrios. La cultura estética del nuevo mafioso, sin embargo, viste zapatos Margiela, se siente ya de una clase acomodada y se enfrenta al poder institucional desde su misma altura, y no desde abajo.
Todo este artículo no pretende decirte que dejes de vestirte con polos anchos, camisas de seda y mocasines haute couture. Se trata, más bien, de invitarte a conocer los orígenes culturales de tu forma de vestir, de saber reconocer la construcción de ciertos arquetipos y cómo influyen en tu vida y, sobre todo, de mantenerte siempre analíticx y despiertx. Porque en realidad es ese el punto de partida para fraguar una mirada crítica ante el sistema: descifrar el espectro para tomar conciencia.
Sigue toda la información de HIGHXTAR desde Facebook, Twitter o Instagram
Podría interesarte…