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El negocio de la moda dentro (y fuera) del Coachella

Coachella vuelve tras dos años, dando el pistoletazo de salida a la temporada de festivales y al negocio de la moda.

Coachella vuelve tras un paréntesis de dos años, dando el pistoletazo de salida a la temporada de festivales y tendencias que orbitan su estética. Firmas como Hugo Boss o Revolve aprovechan la euforia estilística de esta época para desplegar una serie de eventos con los que promocionan sus productos e incrementan ventas en base a esos estímulos experimentales.

Durante estos primeros días de Coachella, hemos podido ver como HUGO, la rama de la firma alemana dirigida a las nuevas generaciones, organizaba una serie de eventos de marca en Palm Springs, lanzando Hugo House, un centro creativo para tiktokers y talents, y una pop-up con Soho House como parte del off de Coachella.

Más allá de Hugo Boss, una amalgama de marcas decide instalar sus productos en el escaparate (con proyección global) de Coachella y de otros festivales, organizando fiestas y patrocinando productos para que el público, tras la pantalla azul, sea hipnotizado por ese contenido de deseo. ¿La idea final? que todos esos artículos se conviertan de manera instantánea en éxitos de venta globales.

Precisamente esa idea de marketing es la que ha seguido Levi’s en el Carnaval de Neón, una de las fiestas más icónicas de Coachella, con la instalación de una noria corporativa. Paralelamente, otras empresas como StockX se auto-promocionaban con instalaciones artísticas.

LA VISIÓN DE LOS MINORISTAS

Los minoristas que no habitan físicamente el paraíso Coachella, deciden abrir espacios en sus webs de “moda para festivales” como Bloomingdale’s, centrando la atención en viseras de Dior o bolsos de Marc Jacobs. En el mismo contexto, firmas lowcost como Shein ofrecen una oferta infinita de looks festivaleros, así como H&M y ASOS, añadiendo un 173% más de opciones para festivales de este año en comparación con 2019.

Aunque si hay algún minorista que siempre destaca por su influencia social y sus activaciones en el festival, ese es REVOLVE con su «Revolve Festival«. Este año, presentó una fiesta privada en la piscina y club nocturno, incluyendo un espacio para el tequila 818 de Kendall, y actuaciones de Saweetie o Tyga. En ella, el caos no tardó en desatarse.

Entre más de 5.000 publicaciones en las redes sociales, el post que más engagement obtuvo fue uno que captó el lado negativo del festival. Un vídeo de Tiktok de la creadora de contenidos Averie Danielle Bishop que hablaba sobre la espera infinita que tuvieron que sufrir los asistentes para entrar a la lanzadera que conducía al evento como única vía de transporte. Así, en medio de ese revuelo, muchos invitados no pudieron acceder a Revolve, y desataron la violencia colectiva.

LA EVOLUCIÓN DE UNA ESTÉTICA

Del primer Coachella, celebrado en 1999, se ha ido sucediendo (y evolucionando) esa estética bohemia y hippie asociada, conformando un enclave ecléctico en el que experimentar con looks excéntricos, pintura corporal o makeups exagerados. Ahora, con la gran influencia de Tiktok o Instagram, y la diversidad de micro-tendencias efímeras, las marcas ponen el foco en esos diseños, la mayoría nostálgicos, reviviendo tendencias como la Y2K-core. Algo por lo que abogó Cult Gaia, presentando una colección dosmilera con Bratz pensada para la temporada de festivales.

De esta manera, la tendencia universal se decanta ahora hacia la autoexpresión y liberación, tras años de encierro, entre siluetas sensuales, pantalones de tiro bajo, piezas de knitwear, colores neón y makeups experimentales influenciados por el efecto Euphoria. Conceptos que deberían abordar las firmas que quieran conectar con las nuevas generaciones con afán de festivales y exploración estética.

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