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¿Cómo se viraliza un producto?

¿Cómo llega un producto a hacerse viral en medio de un océano infinito de materias y estímulos llamado internet?

En la era de Tiktok y del narcisismo online, las tendencias y la viralidad convergen como conceptos cambiantes, que evolucionan con el paso del tiempo dependiendo de los algoritmos, de las redes sociales, o incluso del azar. Desde las bailarinas de Miu Miu, hasta el tank top de Prada o la falda-cinturón de Diesel: todos esos objetos de deseo se viralizaron en internet hasta llegar a posicionarse en rankings trimestrales o en listas de artículos de moda. Pero, ¿cómo llegan todos esos productos a hacerse virales en medio de un océano infinito de materias y estímulos?

Eva al Desnudo

Esa metamorfosis que altera constantemente lo viral podría aplicarse a casi todo en una realidad en la que todo es efímero y nada parece ser para siempre. Desde el concepto evolutivo del “hype” o del streetwear, hasta el significado del lujo, desvirtuado en varias ocasiones. De hecho, hasta hace muy poco, lo viral estaba unido al hype, y a todos los lanzamientos o drops del universo streetwear. Ahora, ese concepto vuelve a mutar, y lo viral lo proyecta Tiktok, o Bella Hadid, según se mire.

Aunque en el trasfondo, lo que subyace de todas esas listas y objetos viralizados, son los datos. Bases que aúnan las estrategias de marketing y los datos de ventas a tiempo real. Así, las empresas saben lo que se vende en directo, siguiendo de cerca todos esos datos con los que constatar si una tendencia explota o se desvanece.

A través de ese seguimiento, las marcas con más éxito controlan el flujo de producción, prediciendo cuánto tiempo seguirán de moda esas tendencias virales y cuánto hay que invertir para satisfacer esa demanda. Eso es lo más importante, más allá del hecho de que estalle una tendencia o no.

LISTAS DE ÉXITOS

Existen además una serie de herramientas basadas en algoritmos predictivos que les ayudan a anticipar lo que se venderá en el futuro, como Lyst, que analiza los datos de sus más de 200 millones de usuarios anuales, monitorizando el comportamiento de compra, las búsquedas, visualizaciones, las menciones en las redes sociales o las ventas. De esa manera determina qué marcas y productos son los más “hot” del momento.

Si ponemos el foco en los métodos u estrategias de la moda rápida, todo ese proceso se acelera por mil. En él, los productos detectados como virales no suelen repetirse, si no que se aprovecha «el trend» para lanzar variantes de color en determinados mercados dependiendo de la estrategia y trascendencia.

¿SOMOS NOSOTROS EL PRODUCTO?

Más allá del hecho de debatir si nos gusta realmente lo que consumimos y/o llevamos o si tan sólo caemos constantemente bajo el hechizo de las tendencias, lo que sí parece conducir a ese acto es el sentimiento de pertenencia a una comunidad o tribu urbana conformada por patrones planificados que expertos ya vieron venir hace un tiempo.

La viralidad al fin y al cabo nos uniforma en una sociedad que evoluciona y cambia de manera frenética, como el movimiento de las tendencias de moda en ese ciclo entre la vida y la muerte sembrada por el consumismo.

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