Autor: Pablo González (@pabloldap) | Todos conocemos o conocíamos Louis Vuitton (LV) como esa marca de lujo que solo veías en los bolsos de tu tía. Sí, esa misma que estás pensando, la que vive en calle Serrano y baja todos los veranos a su dúplex en primera línea de playa en Ibiza. Pues tu tía se ha hecho mayor, ya tiene hijos y claro sus niños siguen los derroteros de su progenitora, es aquí cuando nacen los llamados hypebeast de mamá. Lo que antes eran camisetas Billabong, Quicksilver y Vans, ahora es Gucci, OFF-White y LV.
Las luxury brands han diversificado sus públicos objetivos adaptándose a los cambios generacionales y a las influencias de las culturas urbanas en la sociedad. Un ejemplo de ello es el lavado de cara que Virgil Abloh le lleva haciendo a LV desde 2018, cuando fue contratado como director creativo para la colección de hombres. Virgil, un amante empedernido del outfit urbano y más en concreto del mundo del skateboarding ha firmado con el skater Lucien Clarke, el que será el primer modelo de zapatillas de skate de LV.
¿Quién es Lucien Clarke?
Este skater de origen jamaicano siempre ha estado muy presente en el universo del skateboarding, ha patinado para marcas míticas como Supra, y patina para algunas más actuales y con más influencia como Palace, llegando a tener su propio pro-model de tabla. Ha habido casos muy sonados sobre crossovers entre grandes marcas y persona reconocidas en el mundo del patín. Evan Mock y Blondey McCoy, son dos ejemplos de cómo hacerse un hueco en el mundo de la moda a través de su influencia en el skateboarding. El primero, es un skater y surfer hawaiano, que acualmente desfila para LV, YVES SAINT LAURENT, entre otras, y el segundo, es una figura muy representativa de skate londinense, tiene su propia marca de ropa, THAMES, y ha colaborado con adidas en varios modelos de zapatillas.
Volviendo al tema, la firma LV, ya con Virgil a la cabeza, organizó su primer show de presentación de la nueva colección en 2018, la cual contó con numerosas caras conocidas, un elenco de modelos de alto nivel: Kid Cudi, Playboi Carti, Steve Lacy, A$AP Nast y nuestro protagonista, Lucien Clarke. Es aquí donde se empezó a fraguar la relación entre ambos y donde nació este proyecto.
El lanzamiento de una nueva zapatilla de skate, y más cuando es un pro-model, o colaboración, siempre viene proclamado por un video de presentación, en el cual han estado trabajando durante este 2020 y que tiene como fecha de salida finales de este mismo año.
Las dos realidades
Son varias las declaraciones de Abloh refiriéndose a Marcel Duchamp como su principal influencia, tanto por su persona, como por ser el padre del movimiento transgresor que revolucionó el arte en el siglo 20 – dadaísmo -. Como Marcel, Abloh pretende destruir moldes, y en este caso, unificar el mundo elitista de las luxury brands frente al inclusivo del skateboarding. Dos estilos totalmente diferentes, dos formas de vida contrapuestas, la conservación frente a la destrucción.
¿Qué pretende con esta fusión de principios?
Esto va más allá de una simple colaboración; el amante de la alta costura no solo adquiere una prenda, como igualmente el skater no solo práctica un deporte. Estilos de vida, estética, valores, refuerzos en la personalidad; conceptos aplicables a ambas realidades que son tan antitéticas entre sí. Es por ello que las grandes marcas necesitan nutrirse de nuevos valores expresivos que redondeen, por así decirlo, la visión de sus productos. Este proceso de absorción y adaptación, se puede entender desde el punto de vista de la Industria cultural.
Este término fue desarrollado por Adorno y Horkheimer durante el auge de los fascismos en la segunda guerra mundial, y explica el objetivo general de la industria, que es la venta de productos en serie con una clara función ideológica. Es decir, una forma de asegurar la obediencia de la gente. El último punto del ensayo hace referencia al arte de las masas, la reproducción en cantidades industriales de un producto único, lo que conlleva a la pérdida del aura de esa pieza excepcional, ahora convertida en un bien comercial.
Por lo tanto, la industria cultural habla de la industria en general, de cómo todo puede mercantilizarse, ideales, formas de vida, etc. Esa camiseta del cuadro de “El grito”, de Edvard Munch, que te compras en El Corte Ingles, la sudadera con la cara de Frida Khalo de Zara, todo eso pertenece a la industria cultural. Las grandes empresas comercializan con la idea de personas, o más bien con la idealización de los personajes y objetos.
Por consiguiente ¿Esta colaboración a quién enriquece más? ¿A una empresa que necesita renovar su armario ideológico? o ¿A una industria a la cual esta colaboración no le aporta nada? Ni por precio, ni por visibilidad, ni por aceptación. El patín seguirá siendo lo que es, una forma de vida reprobada socialmente, pero abierta a todos los que quieran participar de ella.
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