Hace tan solo cinco años, pocos habrían sido capaces de augurar estos resultados tan esperanzadores. El futuro del país en el terreno internacional de la moda parecía haberse hecho trizas a causa de las turbulentas revoluciones políticas.
La revolución de Kiev hizo que muchas empresas de moda en Ucrania se vieran inmersas en un vacío desalentador, tanto psicológico como económico. El conflicto y la agitación social se erigían como factores potenciales de una consecuencia desastrosa: el abandono de la industria por parte de las marcas ucranianas. La devaluación de la hryvna y la caída de las ventas de los artículos de lujo fueron factores decisivos en 2013.
Sin embargo, tan solo un par de años después, ya se vislumbraban los atisbos de una recuperación asombrosa.Los enormes esfuerzos que han tenido que hacer las compañías por sobrevivir en la industria consiguieron dar sus frutos. Las firmas nacionales han conseguido reinventarse y adaptarse a los nuevos tiemposcon una maestría admirable. Hoy día, las exportaciones de moda ucraniana están saliendo de ese pozo y pequeños talleres de moda del país están consolidándose como firmas en continuo ascenso. Vivimos el boom del espíritu empresarial de Ucrania.
La crisis desató una gran cantidad de potencial creativo. Un ejemplo de este cambio de paradigma es el de Lake Studio. En 2015, esta firma hizo una colección que homenajeaba a la sociedad ucraniana. Accesorios que simulaban máscaras de gas o abrigos que aparentaban haber sido arrollados por un automóvil fueron algunos de los artículos que marcaron un cambio radical no solo de estilo, sino también de actitud ante la nueva era en que se vio inmerso el país. La ornamentación y el lujo ostentoso como tendencias se extinguieron para dar lugar a una estética que representaba la transformación sociopolítica del momento. La moda como reflejo de un momento crítico.
Eso sí; la recuperación no es tan rápida ni tan sencilla como parece. Las predicciones aún son cautelosas, y el futuro no parece ser tan positivo para la zona no occidental del país, donde las revoluciones políticas interrumpieron los centros de transporte y logística. Además, algunas marcas priorizaron sus principios por encima del negocio. Algunos ejemplos son los diseñadores Svitlana Bevza o Artem Klimchuk, que dejaron de vender en Rusia de forma tajante. A pesar de la mejora significativa, aún más del 87% de las firmas se consideran “pequeñas empresas”. La falta de apoyo institucional y financiero es un obstáculo clave en el crecimiento de las compañías ucranianas.
En términos generales, los diseñadores están entendiendo la importancia de las ventas internacionales y desarrollan su estrategia en línea con ello. Firmas como Litkovskaya, Bevza y Anna October han trasladado sus desfiles de moda a París y Nueva York en los últimos años para lograr la máxima exposición, actuando como embajadores internacionales del “Made in Ucrania”: una frase que llegó a ser evitada a toda costa por las marcas del país y que hoy día se ha convertido en un reclamo que vende. Ksenia Schnaider encarna este nuevo enfoque de negocio: la diseñadora cambió toda su estrategia comercial cuando una de sus prendas denim se hizo completamente viral en 2016.
Ienki Ienki es el mejor ejemplo de una globalización asombrosa. Celebrities como Bella Hadid, Emily Ratajkowski o Kourtney Kardashian han llevado las chaquetas acolchadas de la marca. Ienki Ienki desarrolló una identidad y un estilo único, y creció un 200 por ciento en apenas una temporada. Su fundador, Dmitriy Ievenko, afirma que se trata de crear una personalidad reconocible y encontrar tu propio nicho dentro del mercado global.
Lo cierto es que Ucrania continúa luchando contra viento y marea por realzar su industria de la moda como merece. En 2014, la Ucranian Fashion Week (la pasarela más importante de la Europa del Este) se llevó a cabo con la mayor normalidad posible. Los diseñadores ucranianos abandonaron la Plaza de la Independencia para continuar su labor en la pasarela. Ninguna revolución ni ninguna situación crítica consiguieron suspender este evento.
En 2017, Anton Belinskiy reunió a los mayores iconos de la moda de Kiev durante la PFW para dar manifiesto de la actual explosión creativa de su país. Y es que para los diseñadores ucranianos no se trata solo de moda, sino de restablecer el orden y demostrar su honor y talento. El país está viviendo su propia transición también en la industria, a pasos lentos pero firmes. Se trata de un cambio fundamental de actitud y perspectiva que se refleja tanto en las nuevas tendencias estéticas como en las estrategias de negocio imperantes.
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