La presidencia de Biden comienza bajo el clima de tensión provocado por las recientes protestas en el Capitolio. Mañana se celebrará la toma de posesión del nuevo gobierno bajo la amenaza de un ataque interior y; con la novedad de que, por primera vez en la historia de Estados Unidos el presidente no va a acudir a dar el relevo al presidente electo.
Se ha desplegado un dispositivo de 25.000 efectivos de la Guardia Nacional con el propósito de evitar una situación como la del pasado 6 de enero. Aun así, la ceremonia será en el exterior, en oposición de las recomendaciones de algunos demócratas de celebrarla en un espacio interior para evitar riesgos. El National Mall, el recinto en el que en pasadas ocasiones se acumulaban multitudes, quedará en esta vez blindado. Tampoco habrá desfile ni baile inaugural. Pero sí se espera un acto en el que Biden de un discurso apelando a la unidad, seguido de la interpretación del himno nacional por parte de Lady Gaga y la actuación de Jennifer López.
Washington ha cerrado carreteras y líneas de metro bajo la amenaza de marchas pro-Trump que pongan en peligro la seguridad nacional. Pero la sospecha de que el ataque pueda ser interno dificulta la garantía de total seguridad. El gobierno federal está investigando a las 25.000 tropas, pues han encontrado indicios que relacionan a los asaltantes del capitolio con lazos militares.
Hay que mirar atrás si queremos entender por qué el gobierno federal investiga a su propia guardia nacional. El 6 de enero fue la manifestación de un proceso que se venía preparando desde antes. Fiona Hill, figura clave en el servicio de inteligencia americano asegura que; “lo que hemos visto ha sido un golpe en cámara lenta y lo que ocurrió en el Capitolio fue parte de ello”.
Hill señala que Trump ha estado probando constantemente el sistema democrático para mantenerse en el poder, y que ha hecho lo oportuno para comprobar que tenía el poder de los militares. En el verano del pasado año durante las protestad el Black Lives Matter, Trump utilizó la represión violenta para despejar una manifestación pacífica. Todo ello, porque quería atravesar el parque en el que se encontraban los manifestantes para ir a la iglesia de Saint John. En el acto le acompañó el general MarkA. Milley, que se disculpó posteriormente porque su imagen podía dar la sensación de que el ejército estaba involucrado en la política interna.
Las actuaciones de Trump parecen responder a un propio golpe de estado para garantizar su prevalencia en el poder. Una prevalencia que cada vez se está haciendo más larga y pesada, y que pierde apoyos por momentos; cada vez son más los republicanos que hacen público su rechazo a Trump, incluso su predecesor en la presidencia republicana, George Bush, que ha manifestado su apoyo al nuevo presidente.
Puede que Trump haya creado una brecha entre los estadounidenses y haya tenido consecuencias fatídicas que han puesto en cuestión las instituciones del país. Pero el discurso tanto de demócratas como republicanos es el mismo; la unidad. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no quiere la división y prefieren una política de cooperación porque comprenden que la sociedad dividida y polarizada es una sociedad vencida. La salida del presidente es inminente, y ya ha manifestado su intención de salir de Washington el día de la toma de gobierno de Biden, eso sí, tendrá que irse antes del mediodía, porque después no podrá utilizar el Air Force One.
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