Puede que sea solo mi sensación, pero este verano es extraño, incómodo. Es posible que influya también vivir en una ciudad grande que en verano se vacía; los que se van se han ido y los que quedamos estamos con una sensación de pausa y de inquietud simultáneas.
Te cruzas con cualquier persona que no conoces tanto y te suelta un «lo peor está por llegar» o un «espérate a que llegue septiembre» y un largo etcétera de frases que van seguidas de unos puntos suspensivos que marcan el final de la conversación porque ya no se sabe qué más decir. De repente te das cuenta de que todo el mundo ha visto el tráiler de una película que tú ignoras, y vuelves inocente y turbado a tu casa, cada vez con menos ganas de pisar la calle.
Susan Sontag decía que las películas de ciencia ficción típicas tienen una forma tan predecible como un western. Después de haber leído «Contra la interpretación y otros ensayos», donde se encuentra el pequeño ensayo «La imaginación del desastre» en el que Sontag tipifica las estructuras de películas de ciencia ficción, he pensado en que se podía añadir un tercer elemento a la cadena: la ridícula actualidad. Porque si algo la caracteriza es su simpleza y predictibilidad, a veces divertida y en otras ocasiones, insoportable y abrumadora. Recalco que con actualidad me estoy refiriendo a la mediática; por desgracia lo que no sale en los medios queda sepultado por la no-noticia.
Si a algo se parece la pandemia es a una invasión alienígena; todos unidos frente a un extraño que está devastando la tierra. Es lo que Sontag define como «guerra buena», es decir, una guerra que no plantea problemas morales, en la que todos sabemos quién es el enemigo, lo tenemos localizado. No hay problema mientras sea asó. todos los movimientos, estrategias o ataques son justificados. Además hay un elemento unificador y del que depende toda esperanza: la ciencia.
Parece ser que lo que nos toca vivir ahora es la secuela de esta invasión. Pero esta segunda parte no es tan cómoda como la primera en sentido moral; la «guerra buena» se ha roto, ahora reconocemos al enemigo entre nosotros, nos criticamos mutuamente por ser peores personas, siempre desde la perspectiva del que no ha roto un plato. Y cuando el sentido de la unidad desaparece llega la violencia, los insultos y los malos augurios. Además la confianza en la ciencia pende de un hilo; día tras día en las noticias vemos fallos de las vacunas, efectos secundarios y reinfecciones. No sabemos lo que puede pasar ni asegurar que la normalidad está a la vuelta de la esquina, como dicen los que están en el otro bando. Porque parece que lo que toca ahora es cosa de bandos; por un lado los exaltados optimistas y por otro los apoteósicos.s Pero esto no es nuevo, la humanidad siempre ha sido de extremos. Como dice Sontag, la excepción es la paz.
Puede que la sociedad se haya fragmentado y seamos todos enemigos mutuos o puede que esta situación de tensión no se sostenga más. También es posible que todas estas palabras sean fruto de un verano caluroso en Madrid, que haya pasado demasiado tiempo al sol y me haya puesto a divagar en mi ordenador. Pero ante lo que pueda pasar, que no cunda el pánico; a mantenerse hidratado y a la sombra. Feliz verano.
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