La Era digital, Internet, las redes sociales y los propios usuarios hemos creado un seudo monstruo bajo la etiqueta de influencer. La falta de conciencia social, ética y moral irradia el oportunismo barato de algunos individuos del mundillo farandulero. En su búsqueda incesante de seguidores para su perfil y una buena fotografía que construya un espejismo de una persona íntegra; se destapa la trama.
Hemos creado chupópteros que se aprovechan de situaciones que afectan a gran escala para satisfacer sus fetiches personales. Sentirse deseados, elogiados y admirados es lo más les importa. Les hemos otorgado un cierto poder que no se merecen. Son referentes para miles o peor, para millones de personas que ven en ellos un ejemplo a seguir. Desgraciadamente, pocos pueden enseñarnos algo más que las tendencias de la próxima temporada.
La oportunidad que ellos tienen para difundir mensajes de valor entre los jóvenes, ayudar a crear conciencia social queda enterrada por el peso que tiene una vida perfecta de lujos, viajes y fiestas en las redes sociales. Su rol podría ser tan útil… pero está completamente desaprovechado por los que han globalizado estas plataformas de mala manera. Lo genial de ser “famoso” es que todo el mundo te conoce, pero el problema también radica en que dicha popularidad puede destruir el castillo de naipes, porque siempre hay alguien observando.
El asesinato del afroamericano George Floyd a manos de Derek Chauvin, un policía en Minnesota ha provocado manifestaciones y revueltas por los derechos civiles en muchas ciudades de Estados Unidos. La última vez que la nación americana se levantó tan fuerte por esta causa fue en 1963, una gran marcha por Washington en la que participó el activista Martin Luther King y pronunció su célebre discurso, yo tengo un sueño. El apoyo a la causa se ha desplazado en todas direcciones.
Las redes sociales se han volcado con los manifestantes y han expresado su máximo rechazo a la política segregacionista y supremacista del presidente Donald Trump. El tema es realmente serio puesto que el desenlace vendrá cargado de violencia. Esta conclusión, o más bien, está situación también está sirviendo para destapar a los oportunistas de Instagram, que no son capaces de ver más allá de sus narices. No se juega con esto.
Twitter ha ardido tras ver una publicación donde dos influencers quedan para emborracharse y acudir seguidamente a las concentraciones. Después de discutir sobre su atuendo una de ellas compartía una fotografía de ambas con carteles de protesta. No han sido las únicas, pues otra ha sido pillada colocando un tornillo mientras su novio, cámara en mano inmortalizaba el momento. Esta instantánea, reconstruyendo un establecimiento recaudará muchos likes. Pero más los tendrá el contra video: puesto el clavo, sonrisa, instavideo y escabullida en coche.
Otra de las quejas que recorre Internet son los diseños de uñas con la cara de la víctima o looks denominados “I can’t breathe”, las últimas palabras de Floyd. En España también tenemos individuos que muestran en sus redes sociales el poco conocimiento que tienen sobre lo acontecido y su significante. Pero mientras hay gente desconsiderada, hay muchas más, que se han sumado al apagón de Instagram. Muchos han publicado un cuadro negro con el hashtag #blackouttuesday y han realizado donaciones a diferentes organizaciones que luchan contra el racismo.
Todavía hay esperanza para el ser humano.
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